Blogia
Como Huellas En El Mar

Línea de expresión

Línea de expresión

 Claudio es un hombre egocéntrico, trabajador, y asistía al gimnasio tres veces por semana. Le gustaba mantenerse, y como la edad le avanzaba, concurría a la peluquería a cubrirse las tiras blancas del cabello. No le agradaba oír al barbero comentar sobre las mujeres constantemente, ya que no era partícipe de esas tragedias ni mucho menos comprender a los caballeros casados. Le gustaba caminar solo por la vida. Pensaba que una mujer debía ser demasiado extravagante para llamar su atención. O al menos ser morocha.  

Como todos los fin de semana, Claudio se sentaba en el banco gris de la Plazoleta de Recoleta. La que casualmente también concurría una señorita bien calzada, de renombre entre los ejecutivos de la ciudad; Suárez, Guadalupe. Es la morocha que tanto le arrebataba los sueños y suspiros cada vez que pronunciaba su nombre. Pensaba que este sería el día para acercarse y compartir una conversación. "No hablaré del trabajo" - insistía dentro de sí - la complicación de su rutina pesaba. Aunque la timidez se logró ir al sentarse junto a ella... 

- Disculpe, buenas tardes. - saludó cortés - me preguntaba si podría sentarme con usted. - Se adelantaba, sudaba, tal vez hasta temblaba el corazón.

- Claro que sí. - afirmó con  una sonrisa que fue soñada en ese instante - parece que los hombres me tienen miedo. - echando una carcajada sobre ese sutil chiste.-

- Es curioso, porque yo le tengo miedo. - asumí - pero dicen que si uno tiene miedo tiene que enfrentársele. 

- Muy cierto. Sabias palabras. - Me miraba atónita, tal vez sorprendida de cómo la miraba. De cómo la escaneaba dentro de mi agitada mente. Es precario el momento que pude brindarle. Aunque sé que para ella fue el instante perfecto de luz.

- Es grandioso que un hombre de su porte tenga en claro tantas cosas de la vida. Es difícil tener un punto de vista objetivo sobre la rutina que es la verdad... agotadora. - su mirada en descenso logró abrir mi corazón y que rompiera a llorar. "¿qué me pasa?", es extraño como un viento puede golpear su cabello y que el aroma sea frutal y embriagador.

- Muchas gracias por el cumplido - titubié - usted es muy hermosa e inteligente. Y la charla ha sido totalmente agradable. - cuando dije eso, fue un instante que su expresión cambió. El tiempo frenó en tan sólo tres segundos ... y realmente fueron eternos. 

Unos bandidos habían asaltado el Banco Nación de la esquina de Callao y Alvear. La seguridad del banco no estaba en el lugar ya que estaban en operativo con uno de los camiones blindados. Tenía que ser encubierto porque ese dinero viajaba al extranjero como pago de la deuda nacional. La banda de tres hombres, jóvenes, lo habían pensado todo. Los horarios, las movilizaciones, que faltara la seguridad. 

Entraron al Banco por la puerta del déposito, haciéndose pasar por personal del establecimiento. Llegaron por los pasillos hacia la oficina central donde se encontraban todos los archivos. 

- ¿Qué necesitan muchachos? - preguntó gerardo, el administrativo del Banco. 

- !Estamos acá para llevarnos todos los movimientos del Nación, rápido, rápido, idiota! - exclamó uno de los morochos. 

Se habían puesto gorros y su vestimenta son ambas de color negro. No se podía percibir nada más que sus ojos café, y su estado físico, que resultaba bueno.

- No! no! no me hagan daño! ¡Por favor se lo suplico! - gritó con desesperación, gerardo - ¡Llévense todo pero no me lastimen!.

- ¡Vamos, vamos, muchachos, tenemos quince minutos antes de que se den cuenta, o este imbécil intente llegar a la alarma. - instigó la cabecilla - átenlo para que no estropee nuestros planes!

- ¡Claro, vamos, vamos! - gritó frenético uno de los hombres - tenemos que salir de aquí lo más rápido.

Consiguieron el papeleo, aunque gerardo accionó ,al desatarse con paciencia la cuerda, la alarma general del lugar. No pasaron más de cinco minutos que la Policía Federal se encontraba en el espacio frente a frente con los hurtadores.  

- ¡Arriba las manos, ríndansen, que los tenemos rodeados! - exclamó por el altavoz el oficial a cargo de la operación - O abriremos fuego.

Al encontrarse esta situación tan tensa y fuera de control... nunca se habían imaginado que gerardo era un espía encargado de vigilar el papeleo. Eso no lo vieron venir. Él se encontraba junto al Oficial, que lo miraba fijo como expectante. Lo miraba con una sonrisa burlona, provocadora. El cabecilla de la banda se enrojeció de la furia y comenzó el tiroteo. 

- ¡Cuidado, alerten a los civiles! - gritó gerardo.

- ¡Todos fuera, todos fuera! - insistió uno de sus compañeros.

- ¡No nos van a encarcelar, malditos corruptos! - amenazó uno de sus hombres.

- ¡Cúbransen, cúbransen! - los tiros cesaron. Sólo se escuchaban los gritos de las personas como una música repetida y los bocinazos.

Muchas de las personas en el sitio resultaron heridas. Algunas más graves que otras, y una muerte. Lograron escapar, pero aún los siguen buscando. Se escabullieron entre la gente cuando comenzaron a correr para todos lados hacia la Plazoleta de Recoleta. Fue demasiado breve, fueron tres segundos. 

Esos tres segundos que vivió Claudio al ver a su mujer de ensueño caer. Miraba hacia su saco negro, y halló inevitablemente la herida de una bala. Aturdido por la situación...la llevó hacia sus brazos. 

- Guadalupe.. - titubeó con lágrimas en los ojos. - te dispararon.

- ¿Cosas que pasan cierto? - toció y bromeo con dureza. - las peores cosas les pasan a las mejores personas

- No digas eso, mi amor. - insistió Claudio - todo va a estar bien, te prometo que todo va a estar bien, e iremos a cenar a tu restaurante favorito. Y te llevaré de viaje para descansar de la mugre de Capital. Y te compraré flores.  - 

El dolor que tenía en la garganta hizo quebrar su corazón en dos pedazos. O más.

- Que lindo lo que dices. - sonrío con su sonrisa rubí - al menos sé que me pude enamorar de un hombre antes de morir. Era lo que me faltaba..

Vió suavemente deslizar su rostro, apágandose.. y también se habría apagado su corazón. Sus manos la abrazaron aprisionándola contra su pecho.

- Te amo, aunque nunca pude decirlo... la vida te puso en mi camino y ahora jamás va a dejarme estar contigo. 

La beso en la frente... y durmió junto a ella.. mirando su expresión de tranquilidad. Que ahora iba a tener todo el tiempo para descansar.

0 comentarios